¿Qué es el Slow Fashion? El futuro de la industria de la moda
¿Alguna vez escuchaste el término Slow Fashion? El Slow Fashion o moda lenta es un movimiento que concibe a la moda desde una perspectiva consciente, ética y respetuosa con el medio ambiente, los trabajadores y los consumidores.
La slow fashion y la moda sostenible son muy similares y se podría decir que persiguen los mismos objetivos. Sin embargo, la principal diferencia entre ambos movimientos es que la slow fashion se centra en reducir el consumo y la producción de forma más específica.
Prendas durables, de calidad y elaboradas bajo condiciones éticas y responsables son los pilares principales bajo los que se sustenta su filosofía.
Este término fue acuñado en el año 2007 por Kate Fletcher, diseñadora y profesora de sostenibilidad, como antítesis y en respuesta al Fast Fashion. Siguiendo el fenómeno del movimiento de la comida lenta, Fletcher vio la necesidad de un ritmo más lento en la industria de la moda.
Algunos datos sobre la Industria de la moda y sus impactos
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo:
- Produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, impactando de manera significativa en el cambio climático y el calentamiento global.
- Es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global. Para la confección de unos jeans se requieren unos 7500 litros de agua, el equivalente a lo que bebe una persona promedio en siete años. Por su parte, el sector del vestido gasta cada año 93.000 millones de metros cúbicos de agua, con ese volumen se podría satisfacer las necesidades de cinco millones de personas.
- Cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, lo que equivale a 3 millones de barriles de petróleo.
- Cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura.
- El agua usada en cualquier proceso de manufactura de tejidos contaminantes ríos, lagos y océanos. El Banco Mundial estima que el 20% del agua contaminada en el mundo proviene de la producción textil.
- La fabricación de las fibras textiles utilizan alrededor de 9 billones de químicos que contaminan el suelo, el agua y el aire del planeta, incluso a los trabajadores y quienes visten estas prendas.
En busca de responder a la alarmante problemática ambiental, el movimiento lento aparece como una opción.
Slow Fashion vs Fast Fashion
Fast Fashion
Actualmente en la industria de la moda domina un modelo fast fashion o moda rápida, llamado así porque se basa en crear prendas de manera rápida y en grandes cantidades, sacrificando las buenas prácticas comerciales en busca de aumentar la productividad y los beneficios.
De esta manera, alienta a los consumidores a comprar y desechar ropa frecuentemente al ofrecerles de manera constante cambios en las colecciones a precios bajos.
La fast fashion es temporal, trata de que los consumidores adquieran una prenda que no tiene la calidad suficiente para durar varios años, para que solo se use una cierta cantidad de veces. El promedio de uso de una prenda producida bajo este modelo es de 7 veces, luego es desechada y se vuelve a repetir ese ciclo de compra.
Bajo este modelo de producción, el abaratamiento de los productos ofrecidos se consigue a costa de mantener condiciones de trabajo injustas para las personas que se encargan de fabricarlas. Los salarios que perciben son muy bajos a cambio de largas jornadas laborales, las condiciones en las que trabajan son paupérrimas (espacios insalubres y reducidos) y no cuentan con seguro que los cubra en caso de un accidente.
En la mayoría de los casos la producción se concentra en países tercermundistas donde abaratan su mano de obra, impactando negativamente en las comunidades de esos lugares.
La deslocalización de las empresas a estos países incentiva la pérdida de empleo en los países desarrollados y una posterior competencia desleal con los pequeños comercios autóctonos. Que, para poder vender, tendrán que pagar sueldos dignos y seguros a sus trabajadores y, por lo tanto, aumentar el coste de las prendas.
Slow Fashion
El concepto de Slow Fashion surge como contracara al Fast Fashion o moda rápida, presentándose como una alternativa a un modelo de producción masivo que gasta recursos sin medir el impacto social y ambiental que cada una de sus acciones genera.
Apoya una filosofía de consumo responsable de ropa, buscando concientizar sobre el impacto de la industria de la moda en el medio ambiente, el agotamiento de recursos y su impacto en la sociedad.
Es un modo de producción que plantea la necesidad de vestirse y consumir ropa con un intercambio más justo entre las partes implicadas en la cadena de producción y concienciando a los consumidores de los beneficios que este tipo de moda trae al planeta:
1. En primer lugar, nos pide que pensemos si realmente necesitamos algo nuevo o si podemos buscar en nuestro placard alguna prenda olvidada o que necesita ser reparada.
2. En segundo lugar, nos incentiva a comprar menos prendas y con menor frecuencia.
3. Luego, cuando se trata de comprar algo nuevo, incentiva a los consumidores a invertir en prendas de mayor calidad, hechas con procesos y tejidos más sostenibles.
4. Por último, nos pide que no tratemos a las prendas como si fueran desechables, y que hagamos un esfuerzo por repararla, reciclarla, pasarla o deshacernos de ella de forma responsable cuando ya no nos sirva.
El slow fashion rechaza la producción masiva de prendas y apuesta por piezas hechas para durar, promoviendo prácticas éticas en toda la cadena de valor.
A través de la desaceleración del tiempo, los recursos, los insumos y la fuerza de trabajo, la moda lenta propone una práctica más empática y sensible con el entorno.
En definitiva, lo que se busca es un respiro ante la excesiva producción y consumo desmedido instalados por el fast fashion.
Calidad antes que cantidad
La moda lenta apunta a la calidad en lugar de la cantidad, fomentando el cuidado de los procesos de producción, buscando asegurar la calidad de cada producto creado para que sea perdurable y sostenible a lo largo del tiempo.
Además, considera todo el ciclo de vida del producto. Bajo esta óptica, el tiempo que cada proceso requiere es sumamente valorada, permitiendo que cada integrante de la cadena de valor pueda realizar su actividad desde una mirada ética y responsable, considerando tanto el impacto sobre el medio ambiente como el impacto humano generados.
La producción de sus prendas se realiza con materiales e insumos orgánicos, reciclados, reutilizados y otros que tengan el menor impacto posible en el medio ambiente, siendo sustentables, perdurables y eco-friendly. Además, se limita el uso de químicos y colorantes nocivos, reduciendo el uso de energía, agua y desechos.
Las prendas bajo este modelo son atemporales y no siguen las reglas de las tendencias pasajeras. Como resultado se obtienen colecciones exclusivas con pocas piezas, elaboradas bajo el comercio justo y bajo una producción no masiva.
Por último, estas prendas suelen venderse en pequeñas tiendas en lugar de en grandes cadenas y a menudo se fabrican por encargo para reducir la producción innecesaria.
Comercio justo: Prendas de origen, producción y venta local
Además de proponer una producción textil respetuosa con el medio ambiente, este movimiento se inclina a favor de trabajar bajo condiciones éticas donde se sobrepongan los derechos humanos y laborales de sus trabajadores.
El modelo de comercio justo que propone el slow fashion antepone las personas a la rentabilidad. La prioridad dentro del ciclo económico es que las ganancias y beneficios lleguen a las personas que generan riqueza una vez que estén en una situación de protección y seguridad para llevar a cabo su actividad.
Educar a los consumidores
El objetivo del slow fashion no solo apunta al sistema de producción, sino que busca educar a los consumidores para que indaguen más sobre la historia de cada una de las prendas que adquieren y la procedencia de los materiales con los que fueron fabricados, cobrando una mayor responsabilidad social y ambiental a través de sus compras.
De esta manera, los consumidores conocerán toda la cadena de valor: cómo ha sido fabricado un producto, quién la hizo, con qué materiales, bajo qué condiciones y el paso a paso que hay detrás.
Como consumidores podemos hacer nuestra contribución a la sostenibilidad. El consumo responsable como valor a fomentar puede llegar a revertir situaciones injustas en las industrias y en las actividades comerciales.
Desventajas del slow fashion
Al ser un nuevo sistema en la moda, su aspecto negativo puede llegar a radicar en los precios elevados de las prendas, pero la calidad, exclusividad y sostenibilidad brindada al medio ambiente son aspectos que vale la pena considerar al momento de realizar nuestra próxima compra.
¿Cómo adoptar el slow fashion a mi estilo de vida?
1. Elegí marcas que utilicen métodos ecológicos y éticos de producción.
2. Elegí marcas que respeten los derechos de sus empleados y productores a través de salarios y condiciones de trabajo justas.
3. Optá por adquirir prendas de calidad y atemporales a las que les puedas dar un largo tiempo de vida.
4. Repará tus prendas para seguirlas utilizando, compra o vende piezas de segunda mano y recicla la tela para darle una nueva función.
5. Evitá comprar compulsivamente, medita bien tus compras basándote en la funcionalidad y durabilidad.
En conclusión, lo que pretende el slow fashion es que se adopta este modelo como una solución asequible desde nuestro estilo de vida.
La única forma de hacer sostenible la industria de la moda es acabar con la cultura del desperdicio. Los vendedores y consumidores tenemos que renunciar al modelo de comprar, usar y desechar por el bien del planeta.
Los consumidores cada vez son más conscientes de que la industria de la moda necesita cambiar. Con ralentizar nuestros hábitos de consumo de ropa podemos ayudar a conservar el planeta en el que vivimos.
El planeta y todos los seres humanos podemos beneficiarnos de este enfoque más lento.
¿Te sumás al cambio?