Ecofeminismo: ¿Por Qué las Mujeres Pueden Cambiar el Mundo?

Ecofeminismo: ¿por qué las mujeres pueden cambiar el mundo?

El ecofeminismo es una corriente de pensamiento y de activismo feminista que plantea que la explotación y la dominación de la naturaleza es similar a la que se hace con las mujeres en el Patriarcado. 

Dentro de este sistema, las mujeres se entienden como recursos que se pueden consumir. Es decir, para que un hombre pueda ser productivo, necesita que las mujeres hagan ese trabajo no remunerado e invisibilizado: Criar, lavar, planchar, limpiar o dar soporte emocional. Roles histórica y tradicionalmente asumidos por las mujeres. 

Esta división donde el hombre ocupa la parte productiva y la mujer se encarga de la parte reproductiva, resulta crucial para seguir reproduciendo dicho sistema. Además, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, ha derivado en la llamada doble jornada laboral de las mujeres. 

Las mujeres nos hemos incorporado al mercado laboral pero, con el costo de ser productivas y reproductivas a la vez. Por lo que terminamos sufriendo una doble explotación. 

Hay espacio para la mejora y, quizá, para el optimismo. Pero es necesario un cambio muy profundo de mentalidad, y dar pasos conjuntos y coordinados hacia la justicia ambiental. Al fin y al cabo, la revolución que necesita el planeta, será entre todas o no será.

Las primeras ecofeministas

Entre las ecofeministas, es necesario recordar en primer lugar a Françoise d’Eaubonne (París, 1920-2005), escritora y feminista francesa que acuñó el término «écoféminisme» y desarrolló los primeros escritos sobre la cuestión en los años setenta del siglo pasado.

En el mundo anglosajón, entre las teóricas ecofeministas destacan Carol Adams (1951 EE.UU), escritora americana, feminista, y defensora de los derechos de los animales; Karen Warren (1947, EE.UU) filósofa y escritora dedicada a los campos del pensamiento científico, problemas éticos y ecofeminismo, y la australiana Val Plumwood, (1939-2008), filósofa ecofeminista de la Deep Ecology.

Wangari Maathai (1940-2011-Kenia). Activista política y ecologista keniana y la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004 por «su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz» al haber fundado el movimiento de mujeres ‘Cinturón Verde de Kenia’ que el que se plantaron millones de árboles para detener la desertización en África.

Son cada vez más numerosos los casos como el de Berta Cáceres, líder indígena lenca, feminista y activista ecologista hondureña que fue asesinada en 2016 por defender su territorio. En esos pueblos que viven aún en tierras vírgenes, que todavía no han entrado en el mercado internacional y que se ven acosados y hasta desalojados por la fuerza para la explotación de los recursos naturales, «es donde las mujeres están jugando un papel muy importante por la defensa de su territorio».

La más influyente en los últimos tiempos

Ha pasado más de un año desde que la joven activista, Greta Thunberg, decidió protestar frente al Parlamento sueco en Estocolmo, para exigir a los líderes políticos de su país que prestaran mayor atención a las amenazas del cambio climático. 

"Si a los adultos no les importa mi futuro, a mí tampoco", es la premisa con la que Thunberg dejó de asistir a clases para mostrar su inconformidad ante la falta de acciones que ayuden a revertir el calentamiento global.

El lunes 20 de agosto de 2018 Greta Thunberg se plantó por primera vez en la calle, con un cartel que decía en sueco “Skolstrejk för Klimatet” (huelga escolar por el clima), lo que despertó la inquietud y el interés de más niños y jóvenes; que poco a poco se dieron cita cada viernes para participar en este movimiento, ahora conocido como "Fridays For Future" (viernes por el futuro).

Miles de manifestantes cubrieron las calles de la ciudad el viernes, y muchos de ellos llevaban pancartas que advertían de los efectos del aumento de las temperaturas y de los fenómenos meteorológicos extremos.

"Las personas más afectadas en las zonas más afectadas siguen sin ser escuchadas. Y las voces de las generaciones futuras se ahogan en su greenwash y en palabras y promesas vacías. Pero los hechos no mienten", dijo.

Sus declaraciones se producen después de que varios de los principales actores presentes en la conferencia hablaran de los logros de la primera semana.

Los líderes han anunciado hasta ahora una serie de compromisos, entre ellos uno para detener la deforestación, un acuerdo sobre el carbón y un plan para dejar de invertir fondos públicos en proyectos de combustibles fósiles en el extranjero.

Las relaciones de la mujer con la naturaleza y la crisis ecológica

Alicia Puleo, pensadora ecofeminista, explicó que «el objetivo más profundo de la filosofía ecofeminista es una redefinición del ser humano que implica una redefinición de los demás seres vivos para habitar más pacíficamente la Tierra.

Para Puleo, «el ecofeminismo es el encuentro entre el feminismo y el ecologismo. El feminismo tiene una trayectoria mucho más extensa que la del ecologismo, ya que puede hablarse de teoría feminista -aunque no se denominara así- desde finales del siglo XVII y de movimiento organizado desde la creación del sufragismo en 1848», argumentó Puleo.

Sin embargo, en el último tercio del siglo XX, «el renacer del feminismo se dio paralelamente al surgir el ecologismo y ambos fueron considerados por algunos estudiosos de las ciencias sociales como nuevos movimientos sociales en tanto que no planteaban reivindicaciones económicas, sino del orden de la calidad de vida como, por ejemplo, un medio ambiente menos contaminado o relaciones personales menos jerárquicas»

La preocupación de la mujer por la salud

Entre los temas que hablan las feministas de los países más industrializados a desarrollar el ecofeminismo, está la preocupación por la salud amenazada por la contaminación, en especial la de los más frágiles, el trato dado a los animales, la amenaza de guerra nuclear y la insostenibilidad del modelo productivo basado en recursos no renovables y destrucción de los ecosistemas.

Actualmente, encontramos mujeres movidas por preocupaciones ecologistas también en los países del Sur. Incluso puede decirse que están en la primera línea: «Hoy en día hay muchas mujeres de los pueblos originarios de América Latina que resisten ante la devastación producida por la megaminería y los cultivos transgénicos. Están dando la cara muchas veces cuando los hombres han muerto o han tenido que huir, y ellas son las que tienen que seguir defendiendo el territorio».

Esta comprobado que biológicamente el cuerpo femenino tiene una mayor vulnerabilidad ante la contaminación. Numerosos estudios que indican que los agrotóxicos presentes en los alimentos y en las dioxinas de las incineradoras nos afectan más a las mujeres que a los hombres. 

Existen claros indicios de que el aumento del cáncer de mama en los últimos cincuenta años se debe principalmente a la contaminación medioambiental con xenoestrógenos, es decir, sustancias químicamente similares al estrógeno.

Las mujeres están en el frente de batalla contra la crisis climática

Desde tiempos ancestrales, las mujeres han tenido una relación especial con la naturaleza. Ellas contribuyen enormemente al bienestar y al desarrollo sostenible de sus comunidades, así como al mantenimiento de los ecosistemas, la diversidad biológica y los recursos naturales del planeta.

El feminismo está totalmente relacionado porque la igualdad y la justicia por las que pelea el feminismo son tan justas y dignas como tener un ambiente sano. Es lamentable que hombres con poder no promuevan este tipo de lucha o que solo sean dos o tres caras visibles.

Dos luchas que son una

“El cambio climático es un problema creado por el hombre que requiere una solución feminista”. Así lo afirmó Mary Robinson, la primera mujer en ocupar el cargo de Jefa de Estado en Irlanda y hoy es activista por la igualdad de género y la justicia climática

Ciertamente, parecen dos luchas diferentes. Sin embargo, desde hace décadas existe un movimiento que pretende que veamos la degradación ambiental y la desigualdad de género como dos caras de una misma moneda. 

El ecofeminismo, que surgió como una consecuencia –casi inevitable– de la sinapsis entre los movimientos feministas y ecologistas de los años 70 y 80, parte de la premisa de que todas las formas de opresión están conectadas, y particularmente, pretende establecer una conexión entre la degradación de la naturaleza y la opresión de las mujeres.

No obstante, las mujeres representan solo el 30% de los cuerpos científicos del mundo, esenciales para la ciencia climática. Además, en la mayoría de países del mundo las mujeres no tienen representación justa en los órganos de gobierno responsables de la toma de decisiones para enfrentar el cambio climático. 

Estas brechas impiden la incorporación de la voz, la experiencia y el conocimiento de las mujeres en la formulación de políticas públicas  a pesar de que su inclusión es indispensable para una política climática efectiva, holística y sostenible.

En este orden de ideas, el ecologismo necesita del feminismo y sus luchas por abrirle espacios a las mujeres en escenarios de poder, entre otras razones, porque es garantizando la erradicación de las brechas de género que lograremos superar, de manera efectiva y justa, el reto que el cambio climático supone para la humanidad.

¿Crees que con las marchas alcanza? ¿De qué manera podríamos aportar para que esto se vuelva una forma justa de lucha?